En Columna Proceso Constituyente
Los movimientos sociales, organizaciones y asambleas territoriales en general, hemos tenido semanas intensas, y desde el domingo 16 de mayo en adelante, días que oscilan entre la emoción y la preocupación.
En el primer caso, las candidaturas electas pertenecientes a “nuestros espacios”, abren la posibilidad de que los movimientos sociales -quienes hemos hecho diagnósticos, visibilizado los distintos alcances que ha tenido esta política profundamente carente de derechos y de participación vinculante en la toma de decisiones en la vida de las personas y los territorios, además de levantar múltiples propuestas- seamos parte de la redacción de una nueva Constitución, a fin de comenzar a borrar el feroz trazo neoliberal que nos ha gobernado por cuarenta años. Posibilidad que se reafirma con la superación con creces de los escasos escaños destinados a los movimientos sociales por parte de las encuestas “oficiales”, pero también con la baja elección de representantes de la derecha y la concertación, quienes por lejos han administrado y profundizado la precariedad que nos atraviesa.
Lo que nos preocupa, son los múltiples riesgos que corremos, partiendo por intentar revivir la política de las alianzas, donde por estos días hemos visto “caer” a su bastión más icónico, el cual tanto tiene que decir respecto a cómo ha funcionado la política criolla durante los últimos 30 años y que nos condujo a una severa crisis de la representatividad, dada su marcada tendencia “demócrata neoliberal” que en la práctica de democrático ha tenido bastante poco, y si, demasiado de neoliberal.
Otro riesgo que debemos consignar, es el de dejar de construir desde las bases, a partir de los acotados tiempos impuestos para levantar todo el proceso constitucional, para comenzar a levantar pequeños espacios “cupulares” de tomas de decisiones, los cuales podrían terminar de derribar toda apuesta asamblearia, que es lo que en definitiva se ha pulsado con marcada mayoría desde el 18 de octubre del 2019 en adelante. De constituirse un escenario “cupular”, podría generar una fuerte lejanía con el proceso, restándole legitimidad por parte de los pueblos movilizados, que son quienes en definitiva han enarbolado las múltiples demandas populares.
Esto, además del siempre latente riesgo de que las listas de independientes, ya sea por no ser tan independientes como se profesa, o sean cooptadas por grupos “mayoritarios” redundando una vez más en la política de alianzas que abogue por “la medida de lo posible”.
Con todo, es preciso señalar que atravesamos un proceso único en el país, lo que sin duda nos lleva a plantearnos múltiples escenarios, algunos más auspiciosos y esperanzadores, otros más complejos e inciertos. Más allá de todo, es preciso reconocer que hemos logrado revertir un primer torniquete, como es el de las encuestas y la publicidad con su intento de construir e instaurar una realidad que jugara al gatopardismo.
No obstante, tenemos un desafío que no podemos abandonar, ni dejar de exigir a quienes conforman la Convención, como es el fin de la impunidad. No podemos olvidar, ni obviar que este nuevo ciclo político, tanto institucional como popular ha sido posible por medio de lxs millones de manifestantes, con más de 460 mutiladxs oculares, alrededor de 40 asesinadxs producto de la brutalidad policial que es también político/estatal y las múltiples vulneraciones a los derechos humanos, que incluye casos de violencia política sexual perpetradas por agentes policiales a jóvenes manifestantes.
Por tanto, en la línea de que bajo un marco de impunidad, no es posible resguardar ni sostener ningún proceso democrático que se precie de tal, el cual traiga la sensación de restitución de derechos, en conjunto con la sensación de que estamos pulsando por una historia diferente a los relatos noventeros, es preciso juzgar a quienes han dado las órdenes y quienes las han ejecutado, junto con ello, es preciso repensar la existencia de una institución tan cargada de racismo, misoginia, clasismo y un largo etcétera, como es la institución policial.