Hallazgos fueron posibles gracias a proyectos financiados por el Instituto Antártico Chileno, y detallados en un artículo de la prestigiosa revista científica Transboundary and Emerging Diseases.
Investigadores chilenos han logrado determinar la existencia de tres nuevos avulavirus en pingüinos con una amplia distribución en la península Antártica. La investigación estuvo a cargo del Dr. Víctor Neira y en esta procesaron más de 500 muestras de pingüinos. Este es uno de los estudios serológicos más grandes que se han publicado hasta la fecha respecto a cualquier enfermedad en aves en la Antártica.
“Nunca se han procesado tantas muestras para entender bien una enfermedad. Aquí incluimos muestras de las Shetlands del Sur, de la isla Doumer (base Yelcho) y de la isla Avian (refugio Guesalaga) y otras cuatro localidades a lo largo de la península Antártica. Encontramos evidencias de los virus a más de 800 km del lugar original. Esto quiere decir que esos virus no son realmente de ahí nomás, sino que están distribuidos a lo largo de la Península”, comenta el profesor en Virología animal, de la Facultad de Ciencias Veterinarias y Pecuarias, de la Universidad de Chile. Los virus han sido denominados avulavirus aviar 17, 18 y 19 y fueron detectados en tres especies de pingüinos: adelia (Pygoscelis adeliae), barbijo (Pygoscelis antarcticus) y papúa (Pygoscelis papua).
Historia del hallazgo
Las primeras muestras fueron recolectadas el año 2014 durante la Expedición Científica Antártica organizada por Instituto Antártico Chileno, por el Dr. Daniel González (Univ. de Concepción) y fueron obtenidas desde pingüinos papúa en el sector de la base O’Higgins. Neira participó entre el 2017 y 2019 en un proyecto del Dr. Rafael Medina (P. Universidad Católica de Chile) que buscaba virus de influenza en la Antártica, específicamente en aves voladoras y en pingüinos, que son más fáciles de capturar y obtener muestras de ellos. Aunque la influenza y el avulavirus no son exactamente lo mismo, tienen ciertos componentes similares y las muestras que se toman para uno, pueden servir para investigar el otro.
Se trata de muestras de suero, que es una pequeña porción de la sangre, donde es posible encontrar los anticuerpos a diferentes enfermedades que ha desarrollado un animal. “Nosotros podemos ver la historia de ese virus en ese animal. No es que podamos ver el virus directamente, pero vemos la evidencia de que el virus estuvo ahí”, afirma Neira. Por ello, utilizaron esas muestras para saber si los avulavirus estaban o no presentes en las poblaciones de pingüinos.
El hallazgo principal fue no solo confirmar la existencia de estos tres avulavirus, sino constatar que tienen una amplia distribución que va desde las islas Shetlands hasta la bahía Margarita, más allá del círculo polar antártico. Esto puede indicar que son virus endémicos dentro de las poblaciones de pingüinos y que también se mueven de un lugar a otro.
¿Virus dañinos?
Para Neira, el siguiente paso es saber si estos virus causan alguna infección que sea dañina para los animales o son parte de su viroma normal. En este sentido, el año 2018 lograron aislar uno de estos virus desde la tráquea de un pingüino que tenía sintomatología respiratoria, aunque aún no se confirma su asociación con una enfermedad clínica.
La relación de un animal, un virus y su ambiente no es algo fijo, inmutable en el tiempo. Los cambios ecológicos pueden hacer que un virus que no generaba daño en el animal, se vuelva patógeno. El calentamiento que afecta a ciertos sectores de la península Antártica podría dar pie a agentes de estrés que gatillen una nueva relación entre los pingüinos y los virus que viven en ellos.
Los avulavirus aviares 17, 18 y 19 están emparentados entre sí y no son variantes nuevas de algún virus ya conocido. Uno de sus virus cercanos es el que causa la enfermedad de Newcastle (que genéticamente es el avulavirus aviar 1). “No hay evidencia de que ocasionen algún problema en los seres humanos. Es más, hay una tendencia a estudiar los virus como un potencial terapéutico. Por ejemplo, el avulavirus aviar 1, el Newcastle, se ha ocupado en terapias anticancerígenas. Entonces, puede ser todo lo contrario, que incluso estos virus que nosotros estamos encontrando en la naturaleza tengan cierto potencial para curar algunas enfermedades como el cáncer. Pueden venir cosas muy buenas de virus, aunque suenen como algo malo”, concluye Neira, quien hoy se encuentra participando en la LVI Expedición Científica Antártica (ECA 56) del Instituto Antártico Chileno, en la isla Rey Jorge, esta vez acompañando al Dr. Javier Ferrer (Univ. de Concepción), Dr. Sunil Mor (Univ. de Minnesota) y Olga Herrera (estudiante de doctorado, Univ. de Concepción) en la aislación y secuenciación de bacterias con potencial probiótico.
Estos hallazgos fueron posibles gracias a proyectos financiados por el Instituto Antártico Chileno y fueron detallados en el artículo “Novel penguin Avian avulaviruses 17, 18 and 19 are widely distributed in the Antarctic Peninsula” (Nuevos avulavirus aviar 17, 18 y 19 en pingüinos están ampliamente distribuidos en la península Antártica), de la prestigiosa revista Transboundary and Emerging Diseases https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/31355981.
Fuente: Radio del Mar