Existe una tendencia en las estrechas discusiones sobre el Hidrógeno verde, a solo celebrar y maravillarse, como si parte de los atributos de este elemento fuera encandilar a sus promotores hasta el punto de que no puedan ver sus impactos y consecuencias, y de paso, ocultarlas a toda la sociedad.
El hidrógeno no se encuentra aislado en la naturaleza, hay que producirlo mediante electrolisis, lo que supone gran cantidad de electricidad y de agua. Lo verde está dado justamente porque la electricidad sería producida por Energías Renovables No Convencionales (ERNC). Por lo tanto, hablar de hidrógeno a megaescala y no hablar de agua, cuestión que debe ser el centro de cualquier alternativa país en las actuales circunstancias, o de los costos territoriales que ya están teniendo las mega desaladoras, los mega campos eólicos o parques fotovoltaicos y los tendidos de la mega carretera eléctrica; o del enverdecimiento mañoso de los impactos de la extracción de Cobre y Litio que utilizarían este combustible; no ayuda a comprender los enormes costos territoriales, sociales y ecosistémicos que debemos poner en la balanza si realmente, como ahora todos los sectores declaran, se ha comprendido que la naturaleza, los pueblos campesinos e indígenas y las comunidades, no pueden soportar más.
Por eso nos parece importante ofrecer esta serie de tres columnas, que no constituyen LA verdad, pero son un esfuerzo por ampliar la mirada, evidenciar los objetivos no declarados de esta fiebre del hidrógeno verde, y contar lo que los medios masivos escogen no informar mientras exhortan a aplaudir la burda “primera molécula” de Piñera.
Se nos dice que en Chile se pueden producir unos 200 Millones de Toneladas de hidrógeno verde por año, alrededor del triple de la actual producción mundial de hidrógeno (marrón, gris, negro, azul y morado). Este potencial que parece tener Chile, se encadena con la agenda de reactivación extractivista pos pandemia que el gobierno tenía planificada paradojalmente antes de esta, y también con la urgencia de Alemania, y probablemente de otros países europeos, de resolver sus problemas de emisiones de gases de efecto invernadero a costa, como siempre hemos dejado que ocurra, de devastar otros territorios, en este caso, Chile.
El presidente Piñera en la Cuenta Pública de Julio del 2020, dijo “Chile puede transformarse en una potencia de exportación de energía y muy especialmente con las promisorias perspectivas que ofrece el hidrógeno verde que puede transformarse en una fuente de desarrollo y exportación más poderosa que la minería en nuestro país”, primera vez que una alta autoridad de gobierno explicita el rol y la apuesta por el hidrógeno verde en la política energética y exportadora. Y coincidentemente vemos cómo organismos internacionales, como la Agencia Internacional de Energía promueve en el documento “El futuro del hidrógeno”, 2019, que Chile tiene condiciones para producir Hidrógeno Verde con los costos más bajos del Mundo (< 1,60 US$/Kg.); mientras el Consejo Mundial de la Energía de Alemania nombra al país como el “Campeón Oculto” de las energías renovables en su informe de 2018. Es interesante notar que ya en 2017 el Washington Post denominó a Chile como “la Arabia Saudita de las Renovables”, asimilando nuestro potencial de energía renovable con las exportaciones de petróleo de Arabia Saudita.
En Chile ya sabemos que estos relatos son peligrosos. Las agencias de comunicación estratégica no solo buscan qué informar y qué no, sino cómo escalar las comunicaciones para ennoblecer lo que nos mata. Son estos cantos de sirena, los que vienen creando condiciones para que esta estrategia se priorice en el país. El gobierno, no está atendiendo al panel IPCC de cambio climático, ni escuchando la profunda crisis socioambiental que se acumula en la impotencia territorial, se está aprovechando de ellas para seguir jugando al ganar-ganar, que nos está haciendo perder un planeta.
El Ministerio de Medio Ambiente alemán inició un trabajo en conjunto con el Ministerio de Energía de Chile y CORFO, orientado a satisfacer la demanda energética de la minería con el hidrógeno verde. Desde 2017 se desarrollaron proyectos de investigación cofinanciados en transporte de la gran minería y seminarios internacionales sobre hidrógeno, llamando la atención de personeros claves en el gobierno, la industria y el mundo académico. En medio de este encandilamiento, se aceleró un trabajo normativo oficial para este mercado y se creó la Asociación Chilena de Hidrógeno, H2 Chile, en enero de 2018, con el objetivo de fomentar la producción de hidrógeno en Chile y acelerar la transición energética de la mano con la producción y exportación de hidrógeno verde. De modo tal que Chile es el primer país de Latinoamérica en tener una Estrategia Nacional de Hidrógeno Verde, publicada en noviembre de 2020 por el Ministerio de Energía, pero nadie aún explica a costa de qué y de quienes se promoverá esta revolución, donde todo cambia para que nada cambie.
Si bien se informa que esta Estrategia fue el trabajo de la colaboración entre las empresas, la academia, “la sociedad civil” y el sector público, que se habrían desarrollado mesas técnicas y talleres ciudadanos, lo cierto es que los involucrados en su mayoría son parte interesada en el negocio energético y extractivo, y no hubo consulta pública al respecto. Y lo que también es cierto, es que nuestra capacidad instalada de generación de electricidad es más del doble de la demanda, con cerca del 20% en Energía Renovable, o sea, desde ya están las condiciones para transitar a una descarbonización de la Matriz sin afectar sustancialmente la vida de los pueblos, e incluso de muchas cuestionables actividades económicas extractivistas.
Es decir, toda la inversión estatal en dinero, tiempo y discursos, para posicionar el Hidrógeno Verde, más que una estrategia de descarbonización y transición energética, es solo una evidencia más de la injerencia de los intereses corporativos transnacionales y de la doctrina neoliberal extractivista proexportación en nuestro país. Por eso, el presidente de H2Chile asegura que “Chile puede desempeñar un papel importante para ayudar por ejemplo a Alemania a alcanzar sus objetivos de transición energética”. Esto supone que lejos de comprender la profundidad de la crisis planetaria por el sometimiento a las leyes del mercado, se siguen adoptando políticas públicas coloniales para aumentar la tasa de ganancias de energéticas como Enaex, Enap, Andes Mining & Energy y Colbún, en el caso chileno, y transnacionales, como la francesa Engie, Enel Green Power de capitales italianos y Siemens Energy de Alemania; contra el patrimonio común.
Por: Lucio Cuenca Berger es Director del Observatorio Latinoamericano de Conflictos Ambientales (OLCA).
Tomado de Radio Universidad de Chile