Las palabras del ministro denotan su entusiasmo e ilusión por aumentar su peso político en el gabinete, pero dejan entrever un sesgo economicista en la comprensión de lo rural, que invisibiliza el colofón del nuevo nombre, “desarrollo rural”. En el contexto de movilización y malestar social con el actual modelo de desarrollo, se hace necesario llamar al Ministro a una reflexión sobre el real sentido del desarrollo rural en Chile, lo cual significa escapar de la trampa económica y asumir la diversidad étnica, cultural, natural y política que tiene nuestro territorio.
El día 22 de enero, el Presidente Sebastián Piñera firmó el proyecto de ley que reforma el Ministerio de Agricultura, transformándolo en el Ministerio de Agricultura, Alimentos y Desarrollo Rural. El hito estuvo marcado por las palabras del Ministro Walker, quien señaló: “incorporamos a la Subsecretaría de Pesca, un sector que exporta más de US$ 6 mil millones, es el tercer sector que más exporta en el país. Esto es una gran noticia, porque nos da mucho peso económico y político a nuestro ministerio. Hoy el Ministerio de Agricultura va a pasar a exportar US$ 24 mil millones, va a generar un millón de empleos en forma directa y otro millón de empleos en forma indirecta”.
Las palabras del ministro denotan su entusiasmo e ilusión por aumentar su peso político en el gabinete, pero dejan entrever un sesgo economicista en la comprensión de lo rural, que invisibiliza el colofón del nuevo nombre, “desarrollo rural”. En el contexto de movilización y malestar social con el actual modelo de desarrollo, se hace necesario llamar al Ministro a una reflexión sobre el real sentido del desarrollo rural en Chile, lo cual significa escapar de la trampa económica y asumir la diversidad étnica, cultural, natural y política que tiene nuestro territorio.
Es verdad, el 90% de las actividades económicas que sostienen el crecimiento nacional se realizan en zonas rurales. Sin embargo, la riqueza que estas producen se concentra en las zonas urbanas del país. Por ello, el ministro debiese ser más ambicioso y generar una agenda de reuniones y dar a conocer su propuesta para revertir esta realidad. Debiese desde ya coordinar, junto con los ministros de Desarrollo Social, Interior y Hacienda, mecanismos para promover una redistribución tributaria que permita a los territorios rurales retener parte de las riquezas que producen, pero también ser autónomos en la decisión sobre el destino de estos recursos.
Pero lo rural es más que una fuente de recursos. El desarrollo pasa por las personas, y el ministro también debiese agendar reuniones con los ministros de Salud, Medio Ambiente y Obras Públicas para abordar en conjunto los problemas acceso, conectividad y degradación ambiental que afectan la salud y calidad de vida de las personas que en habitan estos espacios, y les impiden desplegar sus propios proyectos de vida, cuestión básica del desarrollo. Quizás sea bueno recordarle al Ministro que muchos niños(as) deben dejar sus casas a temprana edad para continuar estudios, o los meses y kilómetros de traslado que deben tolerar personas mayores para acceder a una atención de salud digna.
Para no sobrecargar al ministro de reuniones, sugerimos también que en la reunión con el ministro de Desarrollo Social discuta estrategias de vinculación y diálogo con los pueblos indígenas que habitan los territorios rurales, y definan un proceso serio y real fortalecimiento del desarrollo de sus comunidades sobre una base que contemple sus cosmovisiones territoriales, porque no todas las cosmovisiones tienen la exportación y la globalización en el centro. Ser el responsable del desarrollo rural exige promover la autonomía de estos pueblos, como lo indica el Convenio 169 ratificado por Chile en 2008.
En otras palabras, queremos invitar al Ministro dejar atrás las declaraciones grandilocuentes sobre cifras de exportación, y avanzar más allá del trabajo realizado durante la primera administración Piñera, cuando se publicó la primera y única Política Nacional de Desarrollo Rural, la cual no alcanzó a ser implementada, y mantiene la larga historia de rezago del nivel central con estos territorios. Quizás su primera tarea podría ser actualizar y velar por la real implementación de este documento.
Junto con su agenda de reuniones, el ministro también debiese revisar los criterios con que funcionan programas como INDAP y PRODESAL, que se han transformado no en agentes de cambio y desarrollo territorial, sino que en mecanismos para la entrega de subsidios para retener a la población en áreas rurales. La incorporación de la Subsecretaría de Pesca, en particular, significa enfrentar las relaciones entre salmonicultura y pesca industrial con las comunidades costeras y rurales. El anterior domicilio de esta Subsecretaría, el Ministerio de Economía, no fue capaz de promover relaciones de colaboración y convivencia duraderas, priorizando su enfoque productivista y centrado en las grandes empresas. Pensar el desarrollo rural con una orientación exportadora va a confrontar modos de vida y formas de producción muy distintos y, en muchos casos, incompatibles. Por ello, es clave que se defina con claridad qué rol juega el desarrollo de las zonas rurales en las estrategias de crecimiento económico.
El momento constituyente es un buen momento para repensar la relación del Estado con sus territorios. La falta de mirada territorial de la Constitución Política de 1980 está en la base de muchos de los conflictos ambientales y sociales: los movimientos de 2011 en Aysén, 2012 en Magallanes, 2013 en Calama y 2016 en Chiloé dan testimonio de esto. Es urgente y necesario ampliar la mirada de lo rural desde una finalidad productiva y reconocer que en ellos habitan sujetos con historia, cultura, anhelos y capacidades. Es un paso fundamental para integrarnos y avanzar hacia un país inclusivo y justo. tarea fundamental de un Ministerio de Agricultura, Alimentos y Desarrollo Rural.