El abordaje mediático de la pandemia por parte del gobierno, ha estado marcado por la confusión, la arrogancia, la incertidumbre y el mal manejo político. Este comportamiento se puede imputar a incapacidades individuales, que es lo más tentador, pero a la luz del recientemente elaborado Plan de Protección y Reactivación, más parece que se trata de una hoja de ruta de comunicación estratégica, que no busca superar la crisis sanitaria. Peor aún, se intenta hacer que el Chile que despertó, que se cansó de los abusos, ahora preso del hambre, el miedo, el hastío y la soledad, termine agradeciendo un bono de 100 mil pesos, a cambio de profundizar y eternizar la agenda extractivista. En fin, se pretende blindar nuevamente un proceso que no titubea, no asume 0 de conciencia, sino que con puntería fina aplica bisturí por todos los espacios donde la soberanía territorial y la participación ciudadana, habían logrado salvaguardar el derecho a la salud, a la vida y a un medio ambiente libre de contaminación.
Todo el paquete de agilización de las inversiones: dar certeza jurídica a los negocios (es decir, que cuestiones como la presión social o el sentido común no puedan frenar un proyecto aprobado), la fragilización del sistema de evaluación ambiental, el silencio positivo (la repartición pública que calla, porque no ha alcanzado a revisar todos los antecedentes, por ejemplo, otorga), son todas cuestiones de una vieja y consensuada agenda, que no escucha los impactos socioambientales y territoriales… el gobierno, aferrado al modelo que se hunde, y secuestrado por los grupos económicos extractivistas, es incapaz de ver salidas descentralizadas, de alcance local, cuyo eje sea el cuidado de la vida, tal como propone el Pacto Ecosocial del Sur en América Latina, y diversas iniciativas en todo el mundo.
Es imperioso que entendamos a la Naturaleza como sujeto de derecho (y no como un mero objeto) que reaprendamos a convivir armónicamente, respetar sus ritmos y capacidades. Necesitamos reconstruir con ella y con nosotros mismos un vínculo de vida y no de destrucción. La reactivación no puede estar disociada de la protección, como lo está en el plan Piñera. Las medidas estructurales deben abordar la protección en primer término y en un amplio sentido, y desde ella proponer la reactivación, sino será, como está propuesto, migajas para hoy y enfermedad, hambre y muerte para mañana.
En la lógica del «grupo de expertos» que elaboró este Plan, no se escucha y menos se comprende, el contexto de colapso planetario en que se genera la pandemia, cualquier iniciativa de reactivación que no parta de la urgencia de frenar la crisis ecológica global, agudizada por el extracivismo, es suicida: si siguen optando por sacar lo que queda de naturaleza en nuestros territorios, luego nuestros hijos e hijas, nuestros nietos, los hijos e hijas de las demás especies, no tendrán cómo sostener la vida.
No parece fácil, pero es necesario dar un salto en nuestros modos de solución, podemos hacerlo, aún estamos a tiempo, habrá que dejar atrás la matriz del abuso, trabajar para erradicarla tanto individual como socialmente; apostar por la justicia social, de género, ambiental y con los pueblos originarios; validar las iniciativas que desde los márgenes ebullen como propuestas de buen vivir.
por Equipo OLCA (Observatorio Latinoamericano de Conflictos Ambientales)
Fuente: Resumen