En la madrugada del jueves 29 de febrero, según testimonios de testigos presenciales, las fuerzas israelíes abrieron fuego en el suroeste de la ciudad de Gaza contra multitudes de civiles que esperaban recibir sacos de harina para alimentar a sus familias hambrientas. La matanza que siguió causó la muerte de más de un centenar de gazatíes, y centenares más resultaron gravemente heridos.
Los médicos que se encontraban en el lugar de los hechos y en los hospitales que los recibieron informaron de que la mayoría habían muerto o resultado heridos por disparos, y que algunos habían sido víctimas de atropellos por parte de la multitud presa del pánico o habían sido atropellados por camiones de ayuda que huían de la horrible escena.
Aunque en un primer momento los portavoces del gobierno (israelí) intentaron negar la implicación de los soldados en este incidente, más tarde ese mismo día, el ministro de Seguridad Nacional de Israel no sólo elogió a los combatientes de las IDF por actuar «de forma excelente», sino que intentó culpar a las víctimas de su propia muerte, acusándolas de haber intentado atacar a los soldados (qur están) fuertemente armados. Luego, (según el comunicado) atacaron la entrega de ayuda humanitaria en Gaza, argumentando que ésta debería detenerse.
Ese deseo declarado ya se ha convertido en una dura realidad para el medio millón de personas que permanecen en la ciudad de Gaza, donde las entregas de ayuda casi se han detenido debido a las fuertes restricciones de entrada y a la falta de escolta de seguridad para los convoyes de entrega.
Los funcionarios humanitarios han advertido tantas veces de la hambruna inducida por el asedio en el norte de Gaza que los gobiernos extranjeros de buena voluntad se han visto obligados, como último recurso, a realizar lanzamientos aéreos humanitarios. Sin embargo, éstos sólo ofrecen una pequeña parte de la ayuda necesaria para una población civil remanente mayor que la de Tel Aviv, la segunda ciudad más grande de Israel.
Tras los horribles acontecimientos de ayer y su cruel contexto, Nosotros, los Patriarcas y Jefes de las Iglesias de Jerusalén, condenamos este ataque gratuito contra civiles inocentes y hacemos un llamamiento a las partes beligerantes para que alcancen un alto el fuego inmediato y prolongado que permita la rápida entrega de suministros de socorro en toda la franja de Gaza, así como la promulgación de una liberación negociada de los cautivos y prisioneros.
Al tiempo que expresamos estas súplicas en nombre de todos los inocentes que sufren a causa de la guerra, transmitimos nuestras oraciones especiales de apoyo a las comunidades cristianas de Gaza bajo nuestro cuidado pastoral. Entre ellas se encuentran los más de 800 cristianos que llevan casi cinco meses refugiados en las iglesias de San Porfirio y de la Sagrada Familia de la ciudad de Gaza. Asimismo, hacemos extensivas estas mismas expresiones de solidaridad al intrépido personal y a los voluntarios del Hospital Ahli, de gestión anglicana, y a los pacientes a los que atienden.
Al hacer estos llamamientos, nuestra esperanza última es que el fin de las hostilidades, la liberación de los cautivos y la atención a los oprimidos abran un horizonte para unas conversaciones diplomáticas serias que conduzcan finalmente a una paz justa y duradera aquí, en la tierra donde nuestro Señor Jesucristo tomó por primera vez su cruz en nuestro nombre. Que Dios nos conceda toda su gracia mientras buscamos la realización de esta esperanzadora visión pascual.
1 de marzo 2024
Fuente: Los Patriarcas y Jefes de las Iglesias de Jerusalén