En esta quinta sesión del Coloquio de Conflictos Territoriales 2020, Robinson Torres, académico de la Universidad de Concepción, expuso algunos resultados de su proyecto de investigación y planteó su experiencia en torno al desarrollo de la industria extractiva forestal y al correspondiente surgimiento de acciones de resistencia frente a la falta de agua. Al respecto, la presencia de la actividad forestal, como una industria extractiva en el sur de Chile, se concreta mediante los extensos monocultivos, que ocupan casi 3 millones de hectáreas, y, también, a través de diferentes plantas de celulosa, ubicadas entre las regiones de Ñuble y Los Ríos.
Como indica Torres, uno de los grandes problemas que ha desencadenado el extractivismo forestal es la escasez de agua, producto de la sobreexplotación hídrica que generan los monocultivos y la contaminación del agua que producen las plantas de celulosa, a lo que se suma, también, la falta de precipitaciones, agudizándose el problema. Frente a esta escasez hídrica, se encuentran miles de personas sin agua en la región del Biobío (50.000 personas) y en la Araucanía (casi 100.000 personas), quienes dependen hoy de camiones aljibes, con un promedio de 40 lts de agua diarios por persona para consumo humano, mientras, la OMS recomienda 70 lts por persona al día.
Respecto al concepto de extractivismo, el investigador señala que la clásica definición de Gudynas, que lo define como forma de apropiación de recursos naturales en grandes volúmenes, destinados principalmente a la exportación, con poco o nada de procesamiento, es una definición que se queda corta para expresar las implicancias del extractivismo sobre los territorios. Torres, en cambio, lo aborda como un sistema de dominación social, dirigido por el aparato de Estado, especialmente, el aparato militar, lo cual se evidencia en la historia de las comunidades al sur del Biobío.
En la presentación se plantean las hipótesis de que existe un problema de fondo, que se encuentra atravesado por las forestales, un problema que une al pueblo chileno rural y mapuche empobrecido afectado por la industria forestal como sistema de dominación social, y, que actualmente se observa un avance en la construcción de una sociedad plurinacional, desde una perspectiva sociológica y ciudadana, lo que va contra el planteamiento del Estado y de las élites.
Para abordar esta problemática, Torres toma el concepto de fractura metabólica, un término acuñado por Marx y profundizado por John B. Foster, que se refiere a la separación material de los seres humanos en la sociedad capitalista de las condiciones naturales de su existencia, violentando las condiciones básicas de sustentabilidad. En este sentido, la degradación del suelo es una fractura metabólica, pero el suelo no es el único medio, también ocurre con los mares, a partir de la pesca de arrastre y de las represas hidroeléctricas. En este caso, la fractura significa apropiación para la transformación de la naturaleza en una mercancía para el mercado global.
En el territorio estudiado, las fracturas hidro-metabólicas explican la creciente separación y desposesión de las personas, grupos y comunidades, principalmente rurales, del acceso y control directo sobre el agua, en parte a causa de las industrias extractivas, en parte a la mega-sequía. Estas fracturas en el territorio permiten el avance del extractivismo como sistema de dominación, al amparo de la normativa legal, en este caso, en Chile y Wallmapu la expansión geográfica de esta fractura hidro-metabólica coincide con la privatización y mercantilización del agua, mediante el Código de Aguas de 1981. Este proceso se ha ido configurado, a su vez, como otra etapa dentro de la historia de despojo, colonización y genocidio que ha sufrido el pueblo mapuche.
Entre varias consecuencias, las fracturas hidro-metabólicas han generado un proceso de migración forzada por la falta de agua suficiente para consumo humano y para actividades de subsistencia, como la agricultura y la crianza de animales. Sin embargo, las fracturas son reparables y frente a ellas, las comunidades han recurrido a diversas acciones de resistencia, de recuperación, conservación y defensa de tierras mapuche, buscando la restauración de sus ciclos socio-naturales, en base al cambio del uso del suelo y una perspectiva distinta sobre la naturaleza, donde es concebida como familia y no como mercancía, en otras palabras, desde su valor de uso y no de cambio.
Por último, Robinson Torres hace un llamado a entablar un diálogo, sintonizar con la ontología mapuche, comprender lo que significa el territorio para su pueblo y respetar su cosmovisión sobre lo sagrado de la naturaleza, lo que cobra especial relevancia hoy, en medio de un contexto de violencia, represión y despojo sobre un pueblo que, finalmente, busca el reconocimiento de su derecho a existir.
Fuente: COES