Un nuevo 3 de diciembre, Día Internacional del No Uso de Plaguicidas encuentra a los miembros de la Red de Acción en Plaguicidas y sus Alternativas de América Latina, RAP-AL , trabajando en luchas activas tanto junto a las comunidades afectadas por las pulverizaciones con agrotóxicos, como también junto a aquellos productores (as) que llevan adelante agroecosistemas basados en el paradigma agroecológico.
Según la organización suiza Public Eye, Brasil es el país que más plaguicidas compra en todo el mundo con adquisiciones del orden de los US$3.300 millones solo en 2018. Estos plaguicidas son utilizados en los cultivos de soja, maíz y algodón. En América Latina se destacan además Argentina, que en el mismo año gastó US$229 millones, un 47% del total en plaguicidas altamente peligrosos y México, que invirtió US$115 millones, un 42% de la cifra en plaguicidas altamente peligrosos.
Estas cifras solo muestran una parte de la realidad: la cantidad de plaguicidas utilizados. Lo preocupante además es que esta cifra está constituida por los tóxicos usados, los Plaguicidas Altamente Peligrosos (PAP) por su efecto socioambiental a corto y largo plazo, de acuerdo con la clasificación adoptada por FAO /OMS con aportes de PAN internacional. Y allí precisamente se halla lo que nos moviliza a actuar, la salud de los ecosistemas donde vivimos, porque nos alimentamos y relacionamos de forma permanente con los bienes naturales y con otros seres vivos.
Durante el presente año, atravesado por la pandemia del corona virus y el consiguiente aislamiento de las personas, no se ha detenido la influencia de las empresas semilleras y de agroquímicos frente a los gobiernos de Latinoamérica ni tampoco los procesos de introducción al medioambiente de OGM. Es así como en Argentina recientemente se posibilitó al cultivo de trigo transgénico, el primero en el mundo, tolerante a la sequía y resistente al glufosinato de amonio, que ampliará no solo el consumo de este herbicida, sino que expandirá la zona de cultivo transgénico hacia ecosistemas frágiles y vulnerables. Incluso en Argentina se está discutiendo una anticuada ley de plaguicidas que no tiene en cuenta ni el principio precautorio, ni los avances en participación, información y justicia ambiental consagrados en el acuerdo de Escazú.
En Chile, los miembros de RAP-AL hemos trabajado intensamente para generar un ámbito de información y discusión sobre la liberación al medio, utilización y consumo de alimentos transgénicos y así evitar la expansión tanto en los cultivos realizados como en la superficie de siembra.
En México hemos trabajado activamente a fin de establecer restricciones a la importación, fabricación y uso del glifosato dada su incidencia en la salud humana a nivel tanto agudo como crónico, impactos cada vez más certificados por las investigaciones.
Tanto en Brasil como en Paraguay hemos trabajado intensamente a fin de detener la deforestación, el avance de los OGM y la continua importación de plaguicidas, la mayoría de ellos categorizados como Altamente Peligrosos.
En la mayoría de los países hemos trabajado activamente en la promoción de la agroecología ya desde la incidencia en las políticas públicas como en el acompañamiento a los agricultores y sus organizaciones a fin de establecer agroecosistemas, mercados de cercanía y sistemas de certificación participativos.
Desde RAP-AL llamamos a todas las organizaciones de productores (as) y de consumidores, a las organizaciones de la sociedad civil, organizaciones científicas y del conocimiento y a los tomadores de decisión, a trabajar activamente a fin de detener el avance de los cultivos transgénicos, de prohibir y restringir la utilización de los agrotóxicos, comenzando por los Plaguicidas Altamente Peligrosos. Convocamos a adoptar la agroecología como paradigma en la producción de alimentos sanos en el marco de la soberanía alimentaria.
Javier Souza Casadinho, Coordinador Regional
Fuente: Red de Acción en Plaguicidas y sus Alternativa de América Latina, RAP-AL